Page 30 - Entre Hilos y Cuerdas
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Geometría Pre-Hispánica Constantes Morfológicas.
La cultura occidental, introducida por la violencia de la conquista del siglo XVI en Mesoamérica, entre otros muchos conocimientos, arrolla y sustituye sin un segundo pensamiento, al sistema matemático vigesimal posicional, la relación de las proporciones y en consecuencia, la geometría prehispánica.
Sabemos que estos tres elementos son indispensables en el trazo de todo diseño sea artístico, gráfico o industrial.
Los estudios realizados hasta esta fecha nos permiten asegurar que el hombre mesoamericano tuvo grandes logros en astronomía, ingeniería, arquitectura, pintura mural y cerámica. Todo esto no pudo ser realizado sin dos conocimientos fundamentales: matemáticas y geometría.
Los habitantes del México Central prehispánico, medían sus tierras con gran exactitud en ambas dimensiones, utilizando una terminología avanzada y particular.
El hombre mesoamericano, para realizar sus mediciones y triangulaciones ideo un sistema muy simple, pero muy sabio, el mécatl, que como su nombre lo indica, consistía en un mecate o cuerda, dividido en trece partes iguales por medio de trece nudos equidistantes, que les servía de escuadra, regla (trecímetro) y compás.
La geometría mesoamericana establece sus principales relaciones con el sistema 0 teocrático, cuyos intereses están basados en el conocimiento de la trayectoria del sol y los cuerpos celestes, en relación a las variaciones estacionales, los períodos agrícolas, y su registro en la arquitectura de equinoccios y solsticios. Recordemos la pirámide de Kukulcan en Chichen- Itza, en cuyos equinoccios de primavera y otoño, la sombra de la serpiente emplumada se une a la cabeza pétrea de dicha serpiente, donde vemos el conocimiento astronómico aplicado mediante la exactitud de la geometría, a los intereses de la teocracia que los aprovechaba como milagro, mito-magia y religión. Como en el caso de los eclipses, los sacerdotes podían predecir exactamente la desaparición del sol
o de la luna.
En las zonas del altiplano, con los mexicas y toltecas, podríamos hablar del triunfo del cuadrado y de la sucesión de cuadrados y círculos, como se puede ver al analizar el trazo geométrico de la piedra del sol. Al entrar a la sala mexica en el Museo de Antropología, cabezas de serpiente, mazorcas de maíz, y una piedra (única en su género) del quinto sol, donde están inscritos los soles en un cubo, afirman la geometría del cuadrado como patrón y retícula geométrica y en el caso de rectángulos, estos se plantean en proporción 1:2, es decir dos cuadrados unidos.
Las comprobaciones se han llevado a cabo estableciendo redes con fotografías frontales o tomándolas personalmente en los museos, con una retícula cuadrada.
En estas sucesiones de cuadrado-círculo: Hunab-Ku o Nepohualtzintzin, o rómbico crotálico Canamayté, es claro el dominio de la recta, a pesar de los ángulos redondeados mayas, ya que la ausencia de arco y cúpula como elementos constructivos, determinan el aspecto lineal del arte prehispánico. Si bien debemos hacer notar que estas líneas aún siendo gruesas no se cruzan, sino que pasan unas debajo de otras y siempre tienen amplios espacios entre si.
El arte mesoamericano, masivo, sólido, sin oquedades ni peristilos, que se asienta totalmente, sin dudas; arte de tierra para la tierra, sus esculturas y pinturas se apoyan un 100 % sobre sus pies, ocupando todo el espacio que circunda las figuras, llevándolo hasta sus límites para imponer en bloque, su superficie, en un incomparable dominio de su estructura y materiales pétreos. Como ejemplo extremo tenemos los templos de Tikal, donde siete octavos de la superficie construida está ocupada por muros.
Todo lo anterior conlleva a una estética de acentuada rigidez debida, en primer término, a la cualidad intrínseca de los materiales pétreos utilizados y al trazo geométrico reticular de los patrones prehispánicos. Esta “petricidad”, se convierte en una de las mayores y mejores cualidades que determinan la armonía material-forma del arte antiguo de México, al cual debemos despojar de sus ideales mitomórficos y abstraerlo para llegar a las constantes morfológicas.
Dentro de estas constantes se evidencía la repetición de elementos, ya hemos mencionado la importancia de la repetición de numerales, hasta en los más pequeños detalles, como el contar los hilos del bordado llamado en las zonas mayas Xochibuy, cuya cuenta de 13, 7 Y 4, aún hoy, es indispensable para que esté “bien”.
Algunos ejemplos de éstos se encuentran en el friso de los pericos, debajo del patio de Quetzal-Papálotl en Teotihuacán; en las grecas geométricas de Uxmal y Mitla, en el Arco de Labná, en las Cresterías mayas, en los mascarones del Dios Chac, verdaderas invocaciones pétreas, las grecas en vasijas y sellos, en las Tzompantlis, en fin, la lista sería verdaderamente interminable.
Es suficiente observar el legado prehispánico, para afirmar la verdad de esta importante característica que encontrará un eco esplendoroso con el advenimiento del barroco, después de la llegada de los españoles.
“Spining-Giros”
Collage Acrílico y manta de cielo sobre fibracel
122 x 122 cm. Obra realizada en San Francisco California
Laura Elenes

